Miguel Zúñiga Juárez
Análisis del Acontecer
Santa Lucía #Miahuatlán, #Oaxaca.se mantiene como uno de los municipios con mayor desigualdad en Oaxaca, donde la pobreza y marginación no dejan de ser un problema latente, ante el fracaso de los programas sociales que al igual que federales o estatales han dejado de funcionar.
Fundada hace 350 años aproximadamente, pareciera que esta comunidad de la Sierra Sur ha detenido el tiempo para reflejar la pobreza y marginación que desde su construcción se enclavó irremediablemente entre su población.
Las deficiencias para acceder a la comunidad se dejan ver desde el inicio, pues para poder llegar a ella, el medio de transporte es escaso, incómodo e inseguro. Camionetas pasajeras que salen cada dos horas de Miahuatlán los lunes –día de plaza-, conducen a este pedazo de cielo olvidado.
En la terracería se levanta el polvo de las calles sin pavimentar; las mujeres cuidan bien sus morrales, en ellos llevan los pocos pesos que servirán para comprar lo elemental para sobrevivir, temen que como otras veces la inseguridad les arrebate la esperanza de sus hijos.
Observan a quienes no conocen con desconfianza, esa emoción humana con la que no nacieron, que ha emergido de la serie de injusticias que ha caído sobre su pueblo, y que poco a poco ha carcomido a una sociedad que solo reclama justicia social.
En 2011 los poco más de 3 mil 300 habitantes que habitan este municipio creyeron que la suerte les cambiaba, pues un gobernador después de mucho tiempo pisaba sus tierras, Gabino Cué Monteagudo, emergido de la coalición de “Paz y Progreso” fue su esperanza, pero también su mayor desilusión.
El actual presidente municipal, Ermelando Manuel López Santiago narró cómo la población organizó un gran evento en medio de su pobreza para recibir al Gobernador, aquel hombre que les llevaría la paz y el progreso que anhelaban.
Una gran lona verde cubrió la plaza pública, los habitantes de las rancherías el Carrizal, Llano Grande, San Isidro, Cofradía, Río Comal, San Marcos La Chinilla y el Sumidero, gastaron lo poco que tenían para trasladarse a la cabecera municipal, solo para ver al Gobernador.
Aquel hombre ese día les anunció la apertura de una cocina comunitaria, que daría alimento a los 536 niños y mujeres en lactancia que necesitaban nutrirse, también entregaba los primeros uniformes que serían los últimos en recibir.
Dos años después todo desapareció, a la cocina comunitaria dejaron de llegar los víveres para abastecerla y todas aquellas promesas se desmoronaron. Su fe en las autoridades también se vino abajo, nunca más recibirán a nadie igual, afirmó la autoridad municipal.
En medio de sus calles se respira aire puro, por las venas corre el oxígeno que no existe en la ciudad, pero a la par los sentidos son testigos de la pobreza que lejos de abandonarlos los invade cada vez más. Casas de adobe, piedra, madera y lámina, son el panorama general.
Las deficiencias en el acceso a la alimentación, servicios básicos, vivienda, educación o salud, es lo que provoca que las Naciones Unidas (ONU) y la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) lo cataloguen como uno de los municipios más pobres de México.
De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) el grado promedio de escolaridad de la población de 15 años o más en el municipio era en 2010 de 3.5, frente al grado promedio de escolaridad de 6.9 en la entidad, a la fecha la situación no ha cambiado mucho, informa el edil.
Al igual que hace siete años el municipio cuenta con cinco preescolares, y siete primarias, que es por lo regular, el nivel que cursa la mayoría de los habitantes, pocos utilizan la única secundaria de la zona y cada vez menos asisten al tele bachillerato a distancia -al que no llega el internet-, impulsado por el Gobierno anterior.
Para este grupo de indígenas estudiar no es prioridad, no representa un mejor futuro. La condición de rezago educativo afecta a 56.1% de la población, lo que significa que 1,960 individuos presentaron esta carencia social.
Santiago Chávez Hernández, hombre de 56 años, habita esta comunidad, ha sido de los pocos que se ha negado a dejar su tierra, tal vez impulsado por el miedo de enfrentarse a lugares y personas que no conoce, porque además no domina el español.
De cuna tiene el zapoteco, como traductor utiliza a su compadre a quien la necesidad lo hizo hablar el español, y es que hace 15 años emigro a Sinaloa a la cosecha de tomate. Santiago por el contrario nunca ha salido de su pueblo y no pretende hacerlo.
A través de su traductor, nos dijo que en Santa Lucía nació, ahí enterró a sus padres, ahí encontró el amor, ahí nacieron sus hijos, y aunque ellos si dejaron la comunidad para irse a los Estados Unidos, él prefiere permanecer ahí hasta su muerte.
Sabe de los problemas sociales que enfrenta su comunidad; también lamenta que los programas se queden en manos de unos cuantos, que los partidos políticos, pese a ser un pueblo que se rige por usos y costumbres, estén definiendo apoyos.
Se reprocha no hablar español para levantar la voz y exigir a los gobernantes que actúen, que no dejen morir a su pueblo, está consciente que uno de los obstáculos más grandes es el idioma. Cuando llegan los empleados de PROSPERA, no pueden comunicarse, la gente no entiende y eso le duele.
En materia de salud la situación es más grave, solo cuentan con una unidad médica rural, con un médico que trata de asistir todos los días, pero que a veces no llega, tal vez porque está demasiado lejos, tal vez porque llovió y los caminos no son aptos, tal vez porque tuvo mejores cosas que hacer, refirieron los habitantes.
Medicamentos no hay, y las hierbas medicinales a veces resultan mejor para curar, aunque no funcionen mucho para calmar el hambre y los problemas de desnutrición originados por la dieta de frijoles, tortilla, salsa y café, que obligadamente tienen que llevar.
“Hay niños desnutridos, hay mujeres embarazadas sin atención, hay ancianos que mueren de una gripa por falta de medicinas, hay hombres y mujeres cansados de reclamar un poco de justicia social, y no recibirla”, explica el edil.
El porcentaje de personas sin acceso a servicios de salud en 2010 fue de 78.1%, equivalente a 2,730 personas, hoy la situación no dista de ser diferente. En materia de vivienda las que no disponen de drenaje representan el 96.1%.
Mientras que las que tienen piso de tierra son 49.4%, las que no disponen de agua entubada son un 28.8%, mientras que las que no disponen de energía eléctrica son un 15.8%.
De acuerdo con información de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), el municipio tiene una población económicamente activa de 648 personas, mil 223 personas que no cuentan con trabajo, 169 estudiantes, 528 dedicados a los quehaceres del hogar y sólo un jubilado.
La dependencia federal también informó que hay 438 personas que no reciben ingresos y de los que sí, 30 obtienen hasta el 50 por ciento de un salario mínimo (25 pesos por día); otros 53, más del 50 por ciento (unos 30 o 40 pesos diarios) y 63 hasta un salario que oscila entre los 47.60 pesos y los 50.57 pesos.
El velo del abandono los está absorbiendo, y en medio de ese dolor, claman ayuda al Gobierno de Alejandro Murat Hinojosa que pensaron seria su salvación pero se ha convertido en su peor decepción.