Para los años 60 la carrera espacial ya llevaba varios años en el ojo del público y las agendas gubernamentales, ya que el desarrollo de estas tecnologías no solo permitió la exploración espacial, también apoyaban avances científicos importantes que eran necesarios para la vida en la Tierra.
Después de enviar varias sondas no tripuladas e incluso capsulas con perros y chimpancés, la NASA encontró el apoyo en el Senado de EU para dar luz verde al proyecto Apolo, que buscaba realizar el primer alunizaje tripulado en la Luna.
En 1967 el Apolo I estaba listo para llegar a la Luna, sin embargo, mientras los astronautas se encontraban sentados en la cápsula para realizar algunas pruebas pre-lanzamiento, esta se incendió y murieron el comandante piloto Virgil I. ‘Gus’ Grissom, el piloto del módulo de comando Edward H. White II y el piloto Roger B. Chaffee.
La tripulación comenzó su entrenamiento en marzo de 1966 y en junio el equipo diseño junto a Allen Stevens el famoso parche del Apolo I, que mostraba el módulo de comando sobrevolando el continente americano.
El accidente en enero de 1967 era una simulación del lanzamiento, por lo que en teoría todos los cables deberían estar desconectados, si se pasaba esta prueba, el 21 de febrero de 1967 el Apolo 1 sería lanzado al espacio. Desafortunadamente esto no pasó.
Previo al incendio se reportaron varios errores en la nave, un olor extraño en la cabina y flujos variables de oxígeno a los trajes de los astronautas.
Después del accidente, tanto la NASA como agencias federales de investigación llevaron a cabo varios estudios para determinar qué fue lo que ocasionó el fuego y por qué no se contaban con las medidas necesarias de seguridad.
Los cinco factores que identificó la junta de revisión fueron: un cableado vulnerable, atmosfera de oxígeno puro a una presión muy alta, distribución de material inflamable, la cabina fue sellada y no había preparación de emergencia por parte del equipo.